Hace poco vi un documental llamado El Reportero (Reporter) sobre Nicholas Kristof, columnista del New York Times. En el mismo se comenta que el periodismo, tal como lo conocemos está en problemas. En la era del internet, periódicos y revistas están en vías a la extinción y con el surgimiento de los blogs, la cobertura de fenómenos en profundidad está siendo sustituida por la opinión.  Gran parte del trabajo que Nicholas hace es llamar la atención del mundo hacia problemas complejos por medio de la experiencia de personas, cuyas historias reflejan la desesperación de la crisis del país donde se encuentran.

Como parte del documental Nicholas hace referencias a estudios llevados a cabo en lo que se denomina psicología de la compasión. En una de las investigaciones se les mostraba a los participantes la foto de una niña sóla y se le solicitaba a los participantes ayuda. La respuesta a ayudar era positiva de parte de casi todas las personas a quienes se les mostraba la foto. Sin embargo, cuando se les mostraba una foto de la misma niña acompañada de otro niño, la respuesta a ayudar disminuía. Por otro lado, cuando a las personas se les hablaba de una persona en necesidad, éstos eran más propensos a ayudar; mientras que si se les mostraban cifras elevadas (estadísticas) de personas en necesidad la respuesta disminuía significativamente. Esta información, parece apuntar a la dificuldad que tenemos en asilimar cifras y estadísticas de diversos fenómenos que afectan la humanidad…personas que se mueren producto de conflictos bélicos, de hambre, a causa de enfermedades como la malaria, el VIH-SIDA, entre tantas otras situaciones que pudiéramos mencionar.

Es como si en términos generales, no tuviéramos la capacidad de pensar de manera sistémica. Vemos los árboles, pero no somos capaces de ver el bosque en el cual se encuentran los árboles. Para que se dé este cambio de paradigma debemos hacer un ejercicio intencional de cuestionar, indagar, y constantemente preguntarnos acerca de las posibles variables que convergen en un mismo fenómeno.  Se que quizás te estés preguntando: ¿Qué tiene esto que ver con la iglesia, con hacer misión? Pues a mi me parece que mucho. Creo que este es un reto serio para la iglesia de nuestros tiempos. No se trata como iglesia de llevar a cabo actividades, que busquen ser remedios rápidos a los males sociales que experimenta una sociedad tan fragmentada. Sino más bien, de poder llevar a cabo programas misionales que tengan repercusiones a largo plazo, que impacten positivamente a individuos pero también a la sociedad de una manera abarcadora.

Definitivamente no hay respuestas y/o acciones simples. Sin embargo, me parece un paso hacia adelante el mantener este debate vivo, viendo los árboles sin perder de perspectiva el bosque.

Al reflexionar sobre la niñez empobrecida, que vive en gran necesidad viene a mi mente la tan conocida oración del Padre Nuestro. Contantemente oramos, “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino…”  y por uso y costumbre continuamos nuestra oración sin detenernos a pensar: ¿Qué significa Venga tu Reino? Cuando decimos Venga tu Reino creemos que el mundo será cambiado. Creemos que es posible una nueva forma de relacionarnos; una nueva arquitectura del mundo. Y en el, Dios nos enseña a preferir a los más pequeños, no porque estos sean más importantes, si no porque por sí mismos no pueden subsistir.  El Evangelio según San Mateo 25:35 y 36 nos muestra medios a través de los cuales nos convertimos en co-colaboradores en la construcción de un mundo distinto y transformado, lleno de nuevas posibilidades.  Dándole comida al hambriento, dándole de beber al sediento, recogiendo al forastero, cubriendo al desnudo, visitando al enfermo y yendo hasta donde está el preso.  A Jesús lo vemos en el rostro del dolido, del necesitado y El nos dice “y en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi lo hicisteis.”

Ermes Ronchi, en “El Canto del Pan” nos comparte cuatro características del Reino de Dios:

a) El Reino es de Dios para el hombre y la mujer. Eso significa que Dios está buscando a los hombres y mujeres para construir un mundo diferente.

b) El Reino de Dios es un Reino de personas. En el no cuentan las funciones o genealogías, las clases sociales, el dinero o la cultura. Es un reino que se dirige a los pobres, a los pequeños.

c) Es un Reino de servicio recíproco. El cual enciende la libertad y la amistad entre las personas, donde podemos vivir en armonía.

d) Este no es un Reino de santos. El mismo no es un Reino de puros, ni de héroes, sino de pecadores perdonados.

Al continuar la reflexión vemos que la Iglesia no es el Reino de Dios, si no que la misma está al servicio de éste, que es más grande, más importante. Todos y todas estamos llamados a ser profétas del Reino de Dios y no hay quien pueda exhimirse diciendo: “yo soy muy pequeño” o “tengo a mi madre enferma” o “no tengo recursos”.  Creo que todos y todas podemos hacer desde nuestras posibilidades…pero para esto no podemos dejarnos arrastrar por la masa, ni por la coartada de nuestra propia pobreza.  Mas bien,  debemos decidir movemos a mostrar signos creadores de relaciones nuevas, de nuevas posibilidades y de esperanza, para con todos aquellos que nos rodean.  

Venga tu Reino Señor, cuando los niños y niñas vienen y reciben el amor, el pan de la enseñanza y el pan que mitiga el hambre y no se lo impedimos. Venga tu Reino Señor, cuando pongo a la disposición  de los más pequeños mis recursos.  “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recogisteis, estuve desnudo y me cubristeis, enfermo y me visitasteis, en la carcel y vinisteis a mi. Por cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis más pequeños, a mí lo hicisteis.”

Aún recuerdo la primera foto que recibí de Jeffrey; un niño de cinco años con ojos grandes color negro y mirada tímida. Cuando recibimos esa foto junto a la ficha de datos demográficos, produjo tanto en mi familia como en mí, gran alegría y emoción. Finalmente había sucedio…era real!  Al tomar la foto en mis manos entendí que estaba dando un paso muy importante y que debía poner de mi parte para cumplir con el mismo.  Colocamos la foto de Jeffrey junto a la foto de mi hijo y el resto de la familia e hicimos un pacto familiar de incluirlo en nuestras oraciones.

Dar el paso al amadrinamiento fue una decisión difícil.  Sin embargo, reconozco que esperé demasiado, debí hacerlo mucho antes. Por mucho tiempo estuve viendo los anuncios de organizaciones como Children International, en los cuales se muestra la crudeza de la pobreza.  El dolor que producía en mi era tal, que buscaba la manera de cambiar el canal. No podía entender por qué niños y niñas indefensas tenían que vivir en tales circunstancias. Me sentía mal al yo tener recursos y ellos no.  Creo que mis acciones eran irracionales…sentía dolor, pero no era capaz de moverme a la acción.  Pensaba que el dinero no sería suficiente, que no podría sostener un compromiso a largo plazo y peor aún pensaba que involucrarme en este tipo de relación sería demasiada carga para sostener.  Así que siempre encontraba una buena excusa para cambiar el canal y me decía: «algún día lo haré, en el futuro.» 

Hoy, un año y medio después de haber iniciado este proceso, puedo afirmar que no me ha faltado nada. Dios ha suplido como en el pasado; más aún, apadrinar a Jeffrey ha sido una bendición para toda nuestra familia.  Esta experiencia nos ha mantenido conectados a la realidad en que vivimos. Una realidad que trasciende las comodidades que disfrutamos como parte de una sociedad industrializada, donde sólo el 20% de la población mundial se beneficia del 80% de lo que se produce.  Cada vez que veo las fotos de Jeffrey, recuerdo que además de dar las aportaciones mensuales, éste no es un pacto con Children International, no es un pacto con la Iglesia Metodista de Puerto Rico, si no que es un pacto con Dios.  En el cual me he comprometido a mantener a Jeffrey y su familia en mis oraciones, confiando en que Dios hará el resto…como dice el himno: «sembraré, sembraré mientras viva, dejaré el resultado al Señor.

La última foto que recibí, mostraba a Jeffrey, ya de siete años, con una sonrisa, ojos brillosos y un rostro, que me gusta pensar, está lleno de esperanza ante las posibilidades de un mejor mañana. Creo que Dios ya está revelando indicios de un resultado maravilloso en la vida de Jeffrey. !Gracias infinitas a Dios por su gracia y amor!

Compartiendo con algunos niños y niñas de nuestra patria hermana han sido días sagrados y de profundo encuentro con Dios. He visto a Dios en la sonrisas de la niñez dominicana como la veo a diario en la niñez boricua, sus miradas penetrantes que escudrinan el alma y develan el rostro de la pobreza.  Ojos divinos, retantes, que me exhortan a la solidaridad compasiva del Jesús Galileo, quien les bendijo y les puso en el mismo centro del vivir cotidiano.  Recibe a la niñez acunada en la pobreza nuestro abrazo, cariño y cuidado por siempre a través del padrinaje y madrinaje de Children International y de la Iglesia Metodista de Puerto Rico.

Hay una anécdota muy conocida sobre la cual desconozco su autor, pero que con los debidos respetos quisiera compartir…se cuenta de un escritor que tenía la costumbre de retirarse en su casa a la orilla del mar para escribir. Una mañana, desde una ventana ve una silueta a lo lejos que según lo que podía percibir “bailaba”.  El escritor sintió mucha curiosidad y decidió ver con sus propios ojos la silueta que bailaba a la orilla del mar.  Mientras más se acercaba, comenzó a notar estrellas de mar esparcidas por toda la costa y pudo percartarse que lo que pensaba era una silueta que bailaba…era realmente un joven que se inclinaba, tomaba una estrella y la arrojaba de vuelta al mar.

El escritor muy sorprendido, soltó una carcajada y le dijo: “jóven no te das cuenta que lo que haces es inútil, por más que recojas estrellas de mar y las arrojes de vuelta, no podrás devolverlas todas; lo que haces no tiene sentido.” El joven se detuvo por un momento, escuchó las palabras de aquel hombre, luego se inclinó tomó una estrella de mar en sus manos y la arrojó de vuelta al mar; luego le dijo: “para ella si tuvo sentido.”

El escritor, frunció su frente, algo disgustado y regresó a su casa a la orilla del mar. Ese día estubo muy inquieto, no podía borrar de su mente la imagen del joven y cuando llegó la noche no pudo dormir. Al día siguiente, se levantó de madrugada, como de costumbre, pero en vez de sentarse en su escritorio a escribir se dirigió directo al joven, cuya silueta desde lejos parecía “bailaba”.  Cuando llegó hasta donde el joven, le sonrió, se inclinó, tomó una estrella de mar en sus manos y la arrojó de vuelta al mar. 

Durante el día de ayer tuvimos la oportunidad de conocer madres voluntarias, personal y niños que trabajan y se benefician de los Centros Comunitarios que Children International ha desarrollado en la República Dominicana. Como parte del recorrido escuchamos testimonios de personas que en el pasado habían sido apadrinados y hoy laboran llevando a cabo diversas tareas. Nos cuentan, que gracias a las becas HOPE que recibieron por ser ahijadas del programa pudieron completar estudios profesionales que les han permitido tener una vida mejor. Me conmoví al escuchar de sus propios labios lo que ha significado el programa para ellas y mucho más me impactó su compromiso y dedicación de regresar a la organización Children International para servir a otros niños y ayudarles a que tengan un mejor futuro, así como ellas lo lograron obtener. ¡Para ellas sí tuvo sentido! Continuemos arrojando estrellas al mar…

En una de las notas anteriores reflexionaba sobre cómo en los tiempos que estamos viviendo, Dios nos muestra diversos caminos para llegar hasta donde está la necesidad.  Veo estos medios, recursos, ideas, como antorchas a través de los senderos de la vida.  Están ahí y alumbran el entorno que les rodea.  Ahora bien, nosotros podemos transitar esos senderos, beneficiarnos de cómo éstas antorchas alumbran y continuar nuestro camino; o por otro lado, pudieramos por medio de esas antorchas alumbrar nuevos caminos y maximizar la capacidad para alumbrar espacios aún sombríos, en fín convertirnos en compañeros en misión.

Así veo nuestra relación con la organización Children International*, ellos como antorcha están alumbrando la niñez en sombra, afectada por la pobreza en diversas partes del mundo. Están haciendo su parte, al igual que tantas otras organizaciones que brindan diveras ayudas.  Ahora bien, nosotros pudieramos caminar por la vida viéndolas resplandecer mientras ayudan al menesteroso, al necesitado, al que para muchos «no existe»; o por el contrario, pudieramos como Iglesia, ayudar en conjunto a impartir luz en aquellos rincones aún sombríos.   Hoy visitaremos dos Centros Comunitarios administrados por Children International en la República Dominicana, El Flumen y Los Cienfuegos. Este será un gran momento para compartir con los voluntarios, el personal que da ayuda y con los niños y niñas que reciben tan preciados beneficios.

*Children International es una organización humanitaria que se dedica a aliviar la pobreza por medio del apadrinamiento de niños y niñas en sectores empobrecidos. El compromiso de CI es uno a largo plazo, debido a que los niños pueden entrar al programa desde los 3 hasta los 19 años de edad.  Los niños reciben acceso a servicios dentales, cuidado de salud, educación y otros materiales como lo podrían ser ropa, artículos para la escuela, entre otros.

 

Hoy deseamos caminar el discurso…experimentando un Evangelio vivo y real.  A menudo estamos atrapados en la dialéctica, inmersos en conversaciones y argumentaciones sobre las complejidades del mundo en que vivimos.  Y es precisamente este ir y venir de las palabras, las que nos mantienen tan ocupados en una agenda de tiempo completo, lamentablemente, en ocasiones estéril.  Dentro de las complejidades y retos del tiempo que nos ha tocado vivir, es oportuno hacer un alto y preguntarnos: “¿Cómo trascendemos el discurso y nos movemos a la acción? ¿Cómo nos movemos de la empatía a la compasión?  Algunos describen  la compasión como una emoción impulsada por el dolor de los demás, más vigorosa que la empatía, ya que te mueve a un deseo activo de aliviar el sufrimiento de los otros.  De manera que la acción  es inherente a la compasión!! No es posible tener compasión ante el sufrimiento del otro y quedarnos inertes… 

Hoy movidos por la compasión estamos en ruta hacia la República Dominicana. Es sorprendente la realidad de la niñez en el mundo entero. Si por un segundo nos detenemos ante las siguientes estadísticas de la ONU, UNICEF la OMS*: mas de mil millones de personas carecen de acceso al agua limpia; se calcula que 2.1 millones de personas murieron por causa del SIDA en el 2007; en los países en vía de desarrollo, 143 millones de niños menores de los 5 años sufren desnutrición; cada año más de un millón de personas mueren por los efectos de la malaria; se estima que 93 millones de niños de edad escolar básica no estuvieron en la escuela en los años del 2005-2006 y alrededor de 2.5 mil millones de personas viven con menos de $2 al día.  Se que las cifras parecen ser muy elevadas para entender la magnitud de la crisis en la que viven miles de niños y niñas; esta dificultad parece acrecentarse si por diversas razones, no vemos a nuestro alrededor de forma palpable los estragos de la pobreza. Aun así, ante estas cifras, es inevitable preguntarnos: ¿Qué podemos hacer HOY, para aliviar el dolor de la niñez? Pregunta difícil y compleja, no porque sea imposible, sino porque podemos hacer DEMASIADO!!

Las complejidades del mundo en que vivimos pueden convertirse en nuestro mejor aliado, la globalizazión conectándonos como una gran red de recursos, de posibiliades, dándole dimensiones inimaginadas a nuestra creatividad. Así que aquí va una posible respuesta a la pregunta ¿Qué podemos hacer HOY, para aliviar el dolor de la niñez?…empecemos por un niño a la vez. El efecto será multiplicador.  Siembra la semilla, con esperanza de que Dios es el que la regará con su gracia y amor.

Hoy es un día especial, vamos hacia la República Dominicana, donde tendremos la oportunidad de compartir con niños y niñas quienes se benefician de los Centros Comunitarios desarrollados por Children International, gracias a la respuesta de padrinos y madrinas, quienes un niño a la vez, se movieron de la empatía a la compasión.

*OMS – Organización Mundial de Salud

Como hija de un pastor metodista estoy muy familiarizada con la vida de la Iglesia en su más amplio sentido. Soy producto de una familia numerosa, en mi casa éramos seis niños, mi papá y mi mamá. Cuando yo tenía 3 meses, a finales de la década del ’70, mi papá recibió su primera asignación pastoral en el pueblo de Barranquitas, una zona rural en el centro de la isla de Puerto Rico. En aquel entonces, mi papá todavía era estudiante en el Seminario Evangélico de Puerto Rico y mi madre completaba estudios universitarios. El ingreso que llegaba al hogar, venía como resultado de las aportaciones que recibía de la Iglesia, ayuda del gobierno y la venta de plátanos y viandas que mi abuelo le entregaba para que vendiera en el Seminario Evangélico. En aquel entonces, crecí con lo necesario, no habían lujos, regalos y todo lo que había se distribuía de manera equitativa entre cada uno de mis hermanos y yo. La llegada de la época escolar, los cumpleaños y las navidades nos causaba mucha incertidumbre por la escasez de recursos.

Por más que piense que mi niñez fue difícil, se que jamás podrá compararse a la situación que experimentan miles de niños y niñas que viven en entornos empobrecidos. Para quienes el día a día se basa en obtener al menos una comida, no hay juegos y mucho menos escuela, y las posibilidades de una vida distinta desaparecen ante la crueldad de la pobreza a su alrededor. A pesar, de no recordar una niñez llena de lujos, recuerdo que éramos muy unidos y la vida en familia giraba en torno a la iglesia. ¡Fuimos bendecidos! Dios nunca llegó tarde, mas bien, siempre llegó a tiempo, proveyendo lo necesario. Y debo decir, que su provisión a menudo llegó de las manos de hombres y mujeres de la Iglesia quienes movidos a compasión fueron sensibles a la necesidad que experimentábamos. Esta es la Iglesia Metodista en la que crecí; una iglesia que surge de un movimiento transformador y que despierta en nosotros un deseo desde lo más profundo de nuestro corazón a servir. Creo fielmente que Dios nos está invitando HOY, como iglesia, a utilizar todos los recursos que Él ha puesto a nuestro alrededor de manera creativa a favor de cumplir su misión. La Alianza que la Iglesia Metodista de Puerto Rico estableció en el 2008 con Children International es una de esas formas creativas en las que Dios nos invita a vivir una misión en acción a favor de aquellos que no pueden subsistir por sí mismos, sus más pequeñitos.